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Notas sobre el sistema Iniciático Masónico

Normalmente el profano llega a las puertas de nuestra institución con una sed de conocimiento sin estar muy conscientes de ello. Entonces se encuentra con un sistema de enseñanza poco tradicional. El sistema iniciático y los grados representan de manera alegórica las etapas de evolución de la conciencia por las que pasamos. No es hasta mucho después de pasar por el proceso iniciático que empezamos a comprender el por qué de este sistema de enseñanza. Este trabajo intenta elaborar un poco sobre la iniciación desde el punto de vista de un iniciado tiempo después de la exaltación al maestro y sin conocimiento de los grados filosóficos de nuestra institución.


¿Qué es un iniciado? Los hermanos somos bastantes diferentes en muchos aspectos y eso enriquece el taller. Quizá los aspectos más marcados son profundidad en el conocimiento masónico ritualista, y la sabiduría sobre cómo la masonería ha cambiado sus vidas. Conocimiento no es lo mismo que sabiduría. El conocimiento es intelectual/teórico, la sabiduría está basada en la experiencia sintetizada. El conocimiento masónico solamente no nos hace muy diferentes a los profanos. Si fuera así, cualquier profano sería maestro masón tan solo leyendo sin necesidad de asistir al taller. Se necesita más que la teoría para el aprendizaje masónico. Entonces para responder la pregunta pudiéramos examinar los aspectos de la iniciación y el efecto en los iniciados:

  • El proceso iniciático primero nos ayuda con la iluminación del intelecto (o sea del pensamiento). La instrucción masónica, compuesta por instrucción verbal, y leída nos muestra detalles del universo y nuestra relación con el mismo. Aprendemos el por qué poner en práctica virtudes cómo moralidad, caridad, fraternidad. Estamos expuestos al simbolismo, por ejemplo, geometría sagrada, etc. Aprendemos diferentes patrones manifestados en el universo. En este recorrido desarrollamos un estado de conciencia en el cual reconocemos en nosotros patrones de comportamientos programados por la sociedad. Típicamente de quienes consideramos nuestros ídolos en la niñez y la juventud. Estos patrones gobiernan nuestro comportamiento mientras no elevemos el nivel de conciencia. El despertamiento empieza por reemplazar programaciones dañinas por más sanas. Las más sanas son las ya antes mencionadas: comportamiento moral, caridad y fraternidad como las principales y adicionalmente todas las otras prácticas de servicio al prójimo (ser buenos padres, esposos, ciudadanos, etc.). La iluminación del pensamiento pasa en varias etapas:

    • En la primera etapa aprendemos a reconocer las programaciones después que ya hemos actuado. Por ejemplo, si nos hablan en mala forma, la reacción programada automática e inconsciente es de responder en un todo agresivo. Con el tiempo aprendemos a reconocer que nunca fuimos parte consciente de esa decisión. Solo fue un comportamiento de alguna manera influenciado por el contexto social y cultural donde nos desenvolvemos.

    • En la segunda etapa aprendemos a reconocerlas antes de actuar y cuando esto pasa tenemos la posibilidad de cambiar la reacción. Nótese que sin antes reconocer la programación no tenemos chance de cambiar nada. Ya aquí hay un salto evolutivo importante.

    • La última etapa es ser libre de toda programación. O sea, siempre participar conscientemente en toda manifestación de comportamiento. El nivel de conciencia para llegar a esto es muy avanzado. No les puedo decir mucho porque no he llegado ahí todavía. Solo podemos intentar describir una persona sin programaciones sería alguien sin arranques emocionales, muy ecuánime, que trae paz por donde pasa. O sea, una persona en la cual existe el ego, pero no es la entidad tomando la mayoría de las decisiones de comportamiento.

  • El proceso iniciático ilumina segundamente el sentir. Dependiendo de lo que sintamos, así obramos. El sentir está conectado a la intención en las acciones. Si estamos alegres nos es más fácil tratar bien a los demás. Si estamos en conflicto internamente, es muy fácil proyectar la frustración a los demás. Desde pequeños aprendemos a tener una conexión emocional con seres queridos cercanos. En la masonería expandimos el círculo a través del amor fraternal. Cada vez que nos referimos a otro masón como hermano estamos trabajando en la iluminación del segundo aspecto de la conciencia. Cuando el corazón llega al estado cuando podemos amar lo que siempre rechazamos llegamos a pulir la piedra en bruto y sale a relucir el diamante que escondía. No les podemos describir cómo sería ese estado porque tampoco hemos llegado allí. Quizá este estado nos revele que aquello que siempre rechazamos nos recordaba algún aspecto propio que evitamos a toda costa. O sea, la batalla con el exterior, es muy probable que sea un reflejo de la batalla interna de la cual no estamos conscientes normalmente.

  • El tercer aspecto es la iluminación de la fuerza de voluntad. La voluntad es la fuerza que guía nuestras acciones. Cuando estamos libres de programaciones mentales y emocionales, emanan de nosotros el impulso de dar y compartir. Al estar armados con la voluntad, entonces podemos transformar cualquier comportamiento propio. Esa es la maestría en la vida. Tener la opción de no repetir los errores del pasado por costumbre o programación. Poder traer orden al caos. Para ello debemos poder actualizar lo heredado de la sociedad e ídolos de los que hemos aprendido y copiado nuestras programaciones de comportamiento y patrones de pensamiento. Nota importante, se logra traer orden al caos por evolución, no por revolución. Evolución es mejorar lo anterior en un proceso continuo de actualización guiada por necesidad consciente. Revolución es desechar todo lo que haya de progreso bueno y malo por pretender saber más que todos los que nos han precedido. Ser maestro masón en su expresión más elevada es llegar a la maestría en nuestras vidas cómo antes descrita. Eso es lo que simboliza llevar de una piedra en bruto la piedra pulida. Esa es la batalla más pura y más digna.


Regresando a la pregunta: ¿qué es un iniciado?


El aprendiz ideal es el hermano que haya iluminado el intelecto. Conozca a profundidad los beneficios que trae conocerse a sí mismo y esté convencido que todavía le falta mucho por aprender. El compañero ideal sería el hermano que haya logrado sentir el amor fraternal hacia todos, masones y profanos por igual. Alguien que haya expandido el círculo que solo incluye a la familia más allegada. El maestro ideal no es el hermano que más conozca de ritos y maneje cada detalle de cada grado con precisión. Todo esto es magnífico y engrandece su taller. Pero lo que engrandece el alma y trae bienaventuranza al ser humano es ser el maestro de su propia experiencia. Eso es lo que nos acerca al G.A.D.U. No hay grado más alto que esta maestría.


El sistema iniciático masónico se enfoca en estas 3 áreas principales para la evolución y esto no es arbitrario. Si examinamos las grandes tendencias evolutivas de la humanidad, no cómo religiones, sino como procesos evolutivos por los cual la sociedad ha atravesado. Vemos una consistencia en el énfasis en estas mismas 3 áreas en las grandes tendencias esotéricas del mundo. Algunos sabios consideran que el enfoque en estas 3 áreas es una enseñanza universal. La idea es que para llegar a un nivel de conciencia más alto hay que atravesar por las 3 etapas. Por ejemplo, en el budismo estas áreas son: el pensamiento, el habla, y la acción. En la práctica Sufí (los esotéricos Islámicos), el enfoque es en la cabeza, el corazón y las manos. El Chi Kung o alquimia interna China, se enfoca en el Dantian superior, medio e inferior. No importa la escuela iniciática, la meta es siempre la misma. Ayudar a evolucionar la conciencia trabajando en estas 3 áreas. En todas las tradiciones el proceso logra que el ser humano primero esté más consciente de lo que piensa, después es más consciente de lo que siente y por último más consciente de cada acción.


Logia Renacer Masónico, constituyente de las Gran Logia Unida de las Antillas

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